Una lección de humanidad

Agosto es de por sí una época de sequía informativa, y la poca que hay, suele carecer del interés que sí tienen los once meses restantes. Sin embargo, habrá pocas historias a lo largo de este mismo año que vayan a provocarme el interés que sí ha conseguido transmitirme una historia llena de heroísmo, coraje, solidaridad y valentía: la historia de los montañeros Óscar Pérez y Álvaro Novellón.

Supe del suceso desde el primer día; por casualidad, como ocurren las historias más bellas. Estaba escuchando la radio y al final del programa surgió, como sin querer, la voz de Sebastián Álvaro, uno de los coordinadores del (no) rescate. Empezó a hablar de estos dos montañeros oscenses, de su ascensión por el Latok II, del posterior accidente de Óscar y del intento frustrado de su compañero por rescatarlo y llevarlo sano y salvo al campo base. Pero poco más supe. Es entonces cuando se te queda ese punto de querer saber más, como si estuvieras viendo un capítulo de Perdidos, pero sabiendo que además todo lo que ocurre es real. Posiblemente porque eres ser humano, este tipo de historias te atrapan más que el IPC, o los datos del Paro. Así que los días siguientes seguí el rescate, su evolución. Y entretanto, la voz de Sebastián alcanzaba cada vez tintes más pesimistas, algo que dejaba clara su desesperada llamada pidiendo la mediación nada menos que de dos Presidentes de Gobierno. También cada vez conocíamos más detalles y deficiencias de un país, Pakistán, que tiene problemas demasiado gordos como para preocuparse de los montañeros que llegan con más ilusión que ambición, a batirse en duelo con las paredes de un Himalaya demasiado implacable para la mayoría de los mortales.

Las horas se hacían segundos, y el mal tiempo adelantó, más importuno que nunca su visita. Con él, todas las previsiones, los heroísmos, las locuras, y las esperanzas, acabaron por derrumbarse. Si de por sí, es difícil un rescate en circunstancias “favorables”, acaba siéndolo completamente imposible en una zona en la que el cielo se cierra para no volver a abrirse hasta doce meses más tarde. Entonces comprendes de verdad que eres ser humano y sabes que debes convivir con su insoportable fragilidad.

Lo que es intachable es la actuación de todas y cada una de las personas que han participado en el rescate, que han arriesgado su propia vida haciéndonos ver que los montañeros están hechos de una pasta física y psicológica que muchas veces los demás no podemos entender. Y después de todo eso, les queda la desazón de haber perdido en uno de los paisajes más crueles y bellos del mundo a un compañero y amigo; viéndose obligados a abandonar un rescate que nunca abrían querido abandonar. Resulta devastador ponerse en el lugar de estos superhombres, como resulta devastador ponerse en la piel de Óscar Pérez.

Pero entonces comprendes que eres un ser humano, más que nunca.

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