Un café corto de autocrítica


A las horas en las que estoy escribiendo estas líneas, hay rotativas cargando de tinta las páginas de unos periódicos que este domingo pondrán el grito en el cielo con motivo de la designación de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020 en detrimento de Madrid.

A las horas en las que estoy escribiendo estas líneas, hay también medios de comunicación dando voz y trascendencia a personas que han cometido delitos, que han demostrado una suficiente incapacidad para ostentar cargos públicos y administrar el trabajo, el valor y el dinero de los demás, o que no han sido designados para tal cometido democráticamente. Pero insisto, a estas mismas horas hay portadas cargando las tintas contra un organismo internacional por considerar que no han sabido valorar lo excelentes y guapos que somos.

A la vez que escuchaba  y me indignaba con esas mismas tertulias, debates y apariciones mediáticas que reflejaban la indignación cometida ante lo que parecía una injusticia manifiesta, me iba alejando yo de esa corriente, y me iba dando cuenta, con una mezcla de rabia, pena, horror y satisfacción personal, que quien quizás no sepa valorar la excelencia somos nosotros. Tokio no esperó a la segunda frase de su intervención para sacar el tema de Fukushima. Sabía cual era su problema, su debilidad, la aceptó con humildad y la convirtió en una virtud. Aquí, nuestras vergüenzas (que tenemos tantas pero no más que el resto) las tapamos con neolenguaje y con un speech propio de mitin electoral. Además, parece avergonzarnos que tenemos el tercer idioma más hablado del mundo y preferimos un inglés infumable a utilizar el nuestro con el mismo orgullo.

Se nos esfuma con alarmante facilidad ese término medio al que muchos llaman virtud. O somos los más autodestructivos o nos convertimos en los más autocomplacientes y chovinistas de la faz de la tierra. Todavía tenemos la cabeza en un siglo XX que hace días terminó cuando nos empequeñecemos al sólo pensar que no somos suficiente rival para competir con París, Roma, Londres o Berlín en 2024. Mientras que olvidamos que hoy, en el XXI, el rival está en Durban, Ciudad del Cabo, Dubai, Qatar, Bombai, Singapur o Santiago de Chile… En definitiva, que viene de Oriente o del Sur, pero no de nuestro entorno.

Hoy, todos sentimos orgullo interno de la presentación delPríncipe de Asturias de ayer en Buenos Aires, quizás porque representa lo que queremos ser pero nos da pereza alcanzar. Sin embargo, nos divierte mucho más hablar y criticar el deficiente discurso de Ana Botella, porque es mucho más aburrido hacerlo del Príncipe y nos autocomplace de mayor manera ante la masa, que también jalea la torpeza de la corregidora madrileña delante del aperitivo de este domingo.

Viendo el comportamiento con el que se rigen los miembros del Comité Olímpico Internacional, que han demostrado conocer a la perfección casos judiciales internos que la mayoría de españoles desconocen (y lo comprobaríamos si saliéramos a la calle y preguntásemos), como es el caso de dopaje de la Operación Puerto, o que no necesitan hacer ninguna pregunta sobre la situación económica española porque la siguen diariamente en los más prestigiosos medios internacionales, creo que nunca tendremos unos Juegos Olímpicos hasta que nos demos cuenta que necesitamos sacudir la alfombra de la excelencia, que tan bonita nos queda en el salón pero tanta pereza nos da limpiar.

Pero podéis elegir. Quedaros con ello y disfrutar del vermouth del domingo farfullando contra la “injusticia” hacia Madrid mientrasel periódico del día nos da la razón, o nosotros se la damos a ellos, porque al final somos lo que leemos; o empezar a pensar que seguramente necesitamos algo más de grandeza. Mejor dicho, que sólo hace falta ponerla en el lugar que le corresponde, porque la grandeza existe y no nos falta. A veces sólo hace falta abrir un poco más el espectro entre los que están a nuestro lado. 

Tenemos personas excelentes, algunas incluso son jóvenes (sí, hay gente que lo quiere todo), y conseguiremos traernos los Juegos Olímpicos y cosas más importantes si las ponemos donde corresponde. Esto es: en el Parlamento, en los partidos políticos, en el deporte, en las redacciones de los periódicos, en la Moncloa, en la oficina de prensa de la Moncloa, en las candidaturas de futuros Juegos Olímpicos, en los ministerios, en las ONG, en los colegios, en las asociaciones de vecinos, en la presidencia de mi comunidad de vecinos, en la oficina, en los Ayuntamientos, en nuestra vida, en nuestra casa, en nuestra cama…

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