Las hormigas también corren

A veces, cuando los equipos de fútbol hacen una mala temporada, los críticos achacan su fracaso a una deficiente preparación física al comienzo del curso. Los primeros días son siempre esenciales para asentar los cimientos de cualquier éxito venidero, y eso es lo que ocurre con los propósitos de Año Nuevo. Difícilmente perderás peso si durante el primer mes no has conseguido darle un primer bocado a la báscula, tampoco conseguirás ahorrar si a lo largo de las primeras semanas no has conseguido salvaguardar algunos euros en tu cuenta, ni hablarás por fin inglés si no has sacado unas horas en tu rutina diaria para aprenderlo.
Lo de ganar en el minuto 93 lo que has perdido antes prefiero dejárselo a seres sobrenaturales. Las hormigas, en cambio, necesitamos ponernos pequeñas metas por el camino para afrontar el reto final con seguridad y confianza. En mi caso, ese desafío, en cuanto a running se refiere, está puesto en el Maratón de Valencia, allá por el remoto 6 de diciembre.
Estas semanas hago las primeras tiradas largas del año sin importar los tiempos, como si nunca antes hubiera corrido. Lo fundamental es acumular kilómetros, acostumbrar a piernas, corazón y pulmones a prolongados pero tranquilos esfuerzos. La guerra está todavía lejana, pero se empieza a ganar desde la distancia.
En la foto, la satisfacción tras completar 10 kilómetros bajo la fina lluvia que estos últimos días de enero se ha instalado en Madrid, y que tan triste es para el ánimo como agradecida resulta para el corredor, que siempre piensa que en su ciudad llueve mal cuando llega a casa calado hasta los huesos.



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Y aunque no soy de los que salgo a correr con música, pues prefiero los ruidos de la calle y del campo, estos días escucho a Paolo Conte por culpa de The New Pope (HBO), la serie que me tiene completamente entregado a los enredos vaticanos.

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