2015, ¿Qué te cuentas?

Yo, que soy ciertamente dado a echar la vista atrás y a preguntarme qué me pasa o directamente qué pasa, no necesito demasiadas alarmas para asimilar el reguero que va dejando el día a día. La juventud es una etapa más de hechos que de palabras, y a la que te quieres dar cuenta, tu vida y con ella sus decorados y algunos protagonistas, han mutado en poco tiempo. La juventud se define por eso, que te pasen muchas cosas es un espacio temporal relativamente corto sin que ninguna tenga que ser necesariamente mala y todo sin apenas darnos cuenta. Luego dicen que lo mejor es no tener nada que contar.

El final de un año es un momento como cualquier otro (no necesariamente el mejor si la emoción te embarga con facilidad) para repasar en qué fase de la carrera te encuentras, qué metas has alcanzado, cuales están en fase realización y cuales necesitarían una revisión. También de ver cuáles son las que entonces parecían muy importantes pero ya no lo son y si las que han ido apareciendo por el camino últimamente son realmente necesarias, así como preguntarte si puedes hacer algo más por alcanzarlas.

A nivel personal, 2014 ha sido un año difícilmente mejorable. Siempre puede ser mejor, porque nunca se dan 365 días consecutivos perfectos, pero quizás también uno va asumiendo que la perfección consiste en saber esquivar con estilo los días que vienen de lado y saborear con recreo los mejores, en saber dar a cada revés la importancia justa y en aprovechar las felicidades irrepetibles del día a día.

No sé si el año triunfal del Atlético de Madrid y su filosofía cholista ha influido en mi percepción de ver y tomarme los asuntos, pero es cierto que cada año histórico para los colchoneros es un año que pasa frente a mi con la ausencia de indiferencia con la que no pasan otros. No obstante, uno sigue con el corazón tan blanco, como decía Javier Marías, y sigo reproduciendo el himno de La Décima para no olvidarme de aquella mágica noche de Lisboa, porque este año, el cambio de ciclo no sólo está de puertas para dentro, en el alma y en el corazón, sino que se palpa en el césped y hasta los más optimistas dicen que en los mercados. No sé si en los económicos, pero desde luego sí en los urbanos, pues un paseo por el centro de Madrid es motivo suficiente para darse cuenta que hemos dejado de ser un país de lectores (si es que alguna vez lo fuimos) para ser un país de glotones. La televisión también ha inducido a ello.

El boom de los mercados gastronómicos y el hecho de que Instagram haya superado en número de usuarios a Twitter no parece alejado del hecho de que la Fundación del Español Urgente haya elegido hoy mismo ‘selfi’ como palabra del año, un vocablo que por cierto tiene más que ver con mi 2015 que con mi 2014.

Como me temía, 2014 nos ha enseñado a aparentar mejor a pesar de que tengamos lo de siempre o incluso menos, y nos ha abierto a la necesidad de contar y ser vistos en una rutina en la que el tiempo se cotiza más que el último lanzamiento de Apple.

2014 se ha contado a golpe de flash, de Whatsapp, de tertulia política, de eslogan. Quizás en el éxito de contar hoy en día el “cuánto” sea tan o más importante que el “qué”. Importa tanto en cuánto lo dices que qué es lo que dices, por eso, los mensajes que más calan no son siempre los más elaborados, sino los que consiguen reunir el sentir mayoritario en menos espacio, porque para qué negarlo, siempre andamos con prisas, como el conejo de Alicia en el país de las maravillas pero sin una chistera mágica de la que sacar las soluciones a todos nuestros problemas, todos aquellos que no solemos airear en esos mismos flash, en esos mismos estados de WhatsApp o en esos mismos eslóganes.

En 2014 nos contamos cosas que no pensamos contarnos tan pronto, como que nuestro Rey de toda la vida dejaría de serlo, como que un partido político que a comienzos de año pocos conocían a final del mismo se postule a gobernar un país, que millones de personas saldrían a manifestarse porque quieren dejar de pertenecer a ese mismo país, que una enfermedad que pensábamos que era cosa de las zonas más desafortunadas del mundo se instalaría en ese mismo país o que un miembro de la familia real de ese mismo país se sentaría en el banquillo de los acusados.

2014 ha puesto todo patas arriba, como la juventud, y han pasado cosas muy importantes en poco tiempo, como en la juventud, porque al igual que a nosotros, los jóvenes, a la actualidad siempre le suceden más cosas de las que se podía esperar, más cosas de las que caben en una foto de Instagram o un estado de WhatsApp, y dicen que el año que viene, como la juventud, se presenta inestable y dada a cualquier cosa. Al menos, por una vez nadie podrá decirnos que los jóvenes no estamos a la altura de los tiempos.

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