El periodismo se viste de marca

Muchos nos interesamos ayer por la demostración de poderío económico del Banco Santander, quien patrocinó las portadas de los principales periódicos de nuestro país. No es la primera vez que algunas marcas utilizan este sistema de encuadernación (muy costoso por cierto), y tampoco la primera vez que se cuestiona si es adecuado que los medios cedan por completo su escaparate en beneficio de una firma comercial y, por ende, en detrimento de su esencia, que no es otra que la información.

La omnipresencia del citado anuncio, en el que la entidad bancaria publicitaba su gestión de becas para jóvenes, escandalizó a más de uno y evidenció la existencia de dos corrientes entre los que ejercemos o simplemente sentimos especial atracción por el oficio periodístico: la de los periodistas más románticos y la de los más pragmáticos, sin estar ambas posiciones en contradicción, como ocurre con tantas cosas.

Los primeros se lamentaban de la pérdida de la esencia que para cualquier periódico es su portada. Como si los directores de esos medios hubieran vendido su alma al diablo, representado en el director del departamento de publicidad de turno, eran muchos los tuits que caían lamentando la situación, no tanto por nueva sinopor el escalofrío que supone ver los principales diarios de tu país vestidos con la misma ideología, que no parece ser otra en estos días que la de la supervivencia económica por encima de otras de tipo intelectual o política. Igualmente se cuestionaban cómo podrían después esos mismos medios publicar noticias que afectaran negativamente la imagen de su principal financiador, dando por hecho un acuerdo mutuo a cambio de silencio por dinero.

Los segundos, mucho más funcionales, superando el romanticismo que ya suponen propio de otras épocas, no sólo normalizaban la situación sino que la defendían, argumentando que campañas así, capaces de arrastrar muchos centenares de miles de euros a las empresas periodísticas, son las que permiten recuperar oxígeno a sus gestores para mantener su plantilla y contratar a nuevos profesionales, y que puestos a reconocer la dependencia con el poder económico para sobrevivir, más vale una publicidad en cubierta que encubierta.

No les falta razón, ni a unos ni a otros.

Por la noche, viendo el spot que anuncia la nueva temporada de Salvados, es decir, su particular portada, comprobé que Évole también había recurrido a otra marca comercial muy pujante en la actualidad, que no concede créditos como el Santander pero sí parece merecerlo para muchos electores. La marca se llama Podemos, y sus dos caras más reconocibles, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, tiran de ironía en un sofá para seducir al espectador en favor de la causa (periodística) de Évole, y de paso (electoral) de la suya propia, como de forma similar hacía el banco de la familia Botín costeando las portadas de esa misma mañana. Curiosamente, ese día integrantes de Podemos defendían públicamente al Banco de Santander por su contribución a la sociedad española durante años. Sinergias lo llaman.

Comentarios