Hablemos de periodismo

Del periodismo de hoy y del mañana se habla entre pasillos de trenes de alta velocidad y cables de fibra óptica. Ante este despliegue de medios, el escenario que nos imaginamos para tan ambicioso fin sería el de unos asépticos despachos de la Quinta Avenida neoyorquina o rodeados de la presuntuosidad de un hotel de siete estrellas en Abu Dabi. Pero no, del periodismo iberoamericano más importante del presente y del futuro se habla (y se bebe) durante dos días en Huesca. El derroche de inversiones que ha caracterizado los últimos años de bonanza económica en España permite que nosotros, contadores inquietos, lleguemos al Congreso de Periodismo Digital en AVE en sus últimas temporadas, como corresponde a un evento que reivindica lo último de lo último en lo suyo.

Servidor ha tardado catorce ediciones en venir a catar las últimas exquisiteces de la profesión y sus divagaciones de última hora. Hablamos de profesión porque si algo me ha quedado claro en estas últimas horas es que debemos reivindicarla como tal y no como un hobby, como pretenden los que dicen apostar por una sociedad informada y no pagan a sus empleados por hacerlo.

Ahora, a lomos de esta serpiente que me lleva a 300 kilómetros por hora hasta Madrid, y compartiendo atmósfera con profesionales considerados de referencia por los que estamos y por los llegados a última hora a este tinglado de la información, escribo algunas de las conclusiones que nos han deparado estas jornadas.

Han sido debates intensos, embotellados en la prisa del que tiene mucho que contar sin tener demasiado tiempo para ello. De entrada, nos quitamos etiquetas para enfangarnos en la discusión, porque al final sabemos que como sujetos no podemos desprendernos de ideología, aunque reconozco que eché en falta voces de la llamada "derecha informativa". Confío en que los organizadores tuvieran a bien sumarles al debate y que su no intervención sólo se debiera a las apretadas agendas de quienes andan buscando portadas locas con la salida de cada amanecer.

Muchos llegaron a la cita con el impulso que les da proyectos que están rompiendo el sistema del "periodismo de siempre". Los chicos de Info Libre, diario.es, Materia, Mongolia, Agora News o Líbero entre otros, nos mostraron sus criaturas como recientes y orgullosos padres. Algunos no son primerizos, pues ya llegan a estas cosas con la cicatriz de algún fracaso en sus dedos, lo que no les da menos credibilidad, sino más autoridad si cabe. Quedó claro que en ellos está en parte la esperanza de que el periodismo deje de ser una tarea considerada aliada con el poder y la política, y que en ellos está también la posibilidad del ejercicio, pues a todos se nos antoja misión casi imposible cobrar de las grandes cabeceras en un futuro más bien cercano.
Ante la falta de hueco en las redacciones, hablamos también del periodista como medio y de la reputación que conlleva el nombre de cada uno como marca. Compañeros de provincias con una experiencia que el que escribe sólo puede admirar y comparar viendo como la suya no hace sombra ni a sus tobillos, analiza y aplaude el esfuerzo que hacen no sólo por hacer suya la revolución de la comunicación en Internet, sino el intento por explorar nuevas vías de subsistencia sin que la edad sea un obstáculo imposible de superar.

Nos reímos con otro padre reciente, pero en este caso por motivos meramente biológicos, Manuel Jabois. El pontevedrés recogió el premio que homenajea al periodista aragonés José Manuel Porquet con la promesa de pensar en él cada vez que escriba. Es impresionante este gallego, columnista nacional en El Mundo sin la obligación para ello de haber salido de su pueblo, Sanxenxo. Habla con la misma ocurrencia con la que escribe, y su acento cantado encandila. Reconozco que no son pocas las compañeras de mi edad que me han confesado derretirse a sus encantos, a pesar de contar con un aspecto físico en el que yo no voy a entrar, pero que a él mismo desespera ("no adelgazo", y "mira qué pelos", dice cuando se ve en la pantalla).

Capítulo aparte merece el periodismo procedente del otro lado del charco. Da gusto sólo escucharlos y empaparse de su entusiasmo, un entusiasmo no exento de profesionalidad, pues da la impresión que el que tiene ilusión cura con ello su falta de aptitud, y en este caso no se trata de eso. Una de las cosas que más valoro y admiro en ellos es el lujo de trabajar sin las prisas del "lo quiero todo y ya" tan nuestras. Aquí, y especialmente cuando hablamos de periodismo digital, lo hacemos ineludiblemente acompañado de la etiqueta del urgente, tan peleada con la calidad y el periodismo de salón de baile y pajarita que todos aspiramos algún día a ejercer.

Nos emocionamos con Twitter, una red social que levanta efectos hipnóticos en unos y brotes escépticos en otros. De entrada aclaramos que Twitter no es periodismo, y que la mejor fórmula para saber torearlo está compuesta de observación, sentido común y libertad. Me quedé con la definición de Nacho Escolar de que la red del pajarico es la barra del bar en la que todo buen periodista querría estar porque en ella puede escuchar las conversaciones de compañeros que en otras  circunstancias nunca podría contemplar. Es una gran verdad. Al menos, es mi verdad. El motivo de mi fascinación por ese pajarico, al que reconozco que le falta perfeccionarse. También ha sido el motivo de que haya tufado a mis seguidores con una continua lluvia de mensaje en las últimas 48 horas que no sé muy bien si sería de su interés (ustedes me perdonen).

Puso el broche a nuestra reunión una cita con Iñaki Gabilondo. Iñaki Gabilondo sabe muy bien que es Iñaki Gabilondo, y más cuando se rodea de periodistas bisoños y con ganas de escucharle. Con eso lo digo todo. De cada dos palabras suyas, tres son un titular. Tiene el ritmo de la palabra en la sangre y el don de levantarte de una resaca a golpe de sentencia. A los jóvenes nos animó a abanderar un proceso que, según él, no a hecho más que comenzar. A los dinosaurios del invento, animó a batirse en retirada antes de que otros los barran a escobazos. Aseguró que el paro es el mayor enemigo de la libertad de expresión y confió su esperanza a la necesidad de reescribir un nuevo pacto entre política y sociedad donde el periodismo sepa convivir con ambas respetando unas distancias mínimas, y todo en una charla en la que acaparó el papel de entrevistador y entrevistado al mismo tiempo. Banco Sabadell debería fijarse en él para sus 'Conversaciones', pues se ahorraría un caché.

Con la hemorragia de palabras que me brotan sobre esta experiencia altoaragonesa, que prometo repetir, se me ha precipitado la imagen de la estación de Atocha en mi ventanilla, y con ello, cada salvaje del periodismo vuelve a su redil, a su trinchera. Seguiremos informando...

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