Para quedarse helado

Este jueves apareció en mi calle un bloque de nieve sin que en Madrid hayamos sufrido los estragos del temporal más allá del frío típico de estas fechas. Un mazacote de agua sólida en mitad de la calle. Asfalto, nieve, y de nuevo el asfalto más seco. ¿Cómo apareció ahí?, ¿Quién lo deposito? Es como si el contenido de un camión se hubiera desparramado dejando ese misterioso bache helado. Los conductores, despistados, mantenían su ritmo de conducción y no era raro escuchar de vez en cuando el golpe de sus vehículos chocando violentamente contra el mazacote blanco.

Y ocurre muchas veces, que como el misterioso mazacote de hielo aparecido en el asfalto de mi calle, ocurren cosas que nos dejan helados. Andamos como esos conductores, inducidos en nuestro ritmo habitual, sin que nada nos perturbe, hasta que aparece un metafórico mazacote blanco y nos frena en seco. Igual tenemos suerte y fuerzas y esquivamos el golpe si estamos a la altura, pero otras veces, los bajos no resisten y, como poco, sufrimos unos rasguños sempiternos.

La enfermedad es uno de los bloques helados que de vez en cuando, en primera persona o en la de cercanas a nosotros, nos deja tiesos. Este año, como cada 4 de febrero, se ha celebrado el Día Mundial Contra el Cáncer. Deja helado leer que 1 de cada 2 bebés que nacen en nuestro país sufrirán en primera persona esta terrible experiencia. Uno de cada dos, el cincuenta por cierto, cara o cruz, el todo o la nada. Caray. Sin embargo, es alentador leer también que el avance de la medicina prevé que en 2050 la mortalidad por la mayoría de cánceres que afecten a personas menores de 80 años (es decir, la mayoría) ser prácticamente irrelevante. Todo ello, mientras se mantenga el avance, la inversión y la investigación al ritmo actual.

Los futuros investigadores, aquellos que en 2050 lideren las principales vías de investigación en contra del Cáncer o cualquier otra enfermedad, tendrán eso sí que superar las trabas que el sistema y los sucesivos ministros de Educación hayan puesto antes en su camino y en el de sus bolsillos y sus familias.

Hace apenas una semana, el Consejo de Ministros aprobaba la reforma del sistema universitario. Una reforma con la que cualquier investigador con vocación y brillantez para serlo, habrá que tenido que cursar previamente al menos un Máster de dos años, ya que la dura competencia profesional no le exigirá a menos. El máster anual se paga en estos momentos a cerca de 4.000 euros (sin salir de una universidad pública), así que multipliquen créditos. El Ministro explicaba que no se habían planteado a pesar de ello aumentar la cuantía de las becas a pesar del cambio de modelo de 4+1 a 3+2. Y es que ya lo decía Sabina, “Dos no es igual que uno más uno”.

Claro, que para el ministro actual, si la familia del futuro investigador tiene verdadero interés en que su hijo alcance tal propósito, sólo tiene que dejar de destinar dinero a otros recursos. Ya ven, nuestro futuro en manos de unos padres algo manirrotos. Para quedarse helado, como se quedó ayer el marcador del Real Madrid en el Calderón.

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