En Moncloa sin graduado



El tema de los asesores es, sin duda, uno de los asuntos más espinosos que rodean al funcionamiento de partidos políticos y gobiernos de distinto color. El rescate de Ángel Carromero, dirigente de Nuevas Generaciones del PP, como consejero del Ayuntamiento de Madrid, ya encendió los focos y las críticas en contra de estos puestos de libre designación. El empleo le sirvió a Carromero para salir de la prisión en la que se encontraba cumpliendo condena por atropellar, con resultado de muerte, a un disidente cubano, y seguir haciendo una vida tan normal como la de Iñaki Urdangarin.

Este fin de semana, además de ver al Duque Em…Palma…Do en la final del Mundial del Sant Jordi, hemos conocido otra noticia que no ayudará a apaciguar los ánimos en el tema de los asesores políticos. Al parecer, los Presupuestos Generales del Estado de 2013 han reflejado la existencia de 578 plazas de asesor directamente relacionadas con la figura del presidente del Gobierno. Lo más sorprendente, es que 68 de esos puestos (es decir casi un 12% del total), son ocupados por personas que no están en posesión ni siquiera de un graduado escolar.

El tema ha levantado ampollas, ya que parece difícil que sin la titulación más básica de nuestro sistema educativo alguien sea capaz de asesorar a un presidente del Gobierno. La maldad está hecha enseguida cuando nos aventuramos a pensar en qué podrá asesorar una personas sin estudios básicos a un Gobierno. Pensamos en los más recientes casos de picaresca política, y se nos ocurren multitud de ocupaciones malvadas donde la llamada gramática parda juega un papel mucho más destacado que cualquier licenciatura.

Pero no vamos a ser malos. No nos dejemos llevar por la fiebre de titulitis que inunda nuestro país, y que nos ha llevado a desprestigiar formaciones y ocupaciones tan dignas y necesarias como las que más. Está claro que ninguna de las 68 personas sin graduado escolar va a asesorar a Rajoy sobre economía internacional, mercados financieros o venta de bonos españoles a largo plazo. Al menos eso sería lo deseable.

Quizás, y además de denunciar la existencia desmesurada de puestos de estas características, debamos abrir el foco a los 510 asesores restantes, personas que se presuponen de vasta formación y prestigio contrastado en cuyo trabajo seguramente nos vaya a todos mucho más que el de ‘chicos para todo’ que realizarán los 68 señalados. Si con medio millar de sesudos asesores, la tasa de paro, la situación de muchas familias, y la precarización de las que tienen la suerte de tener algún empleo es la que es, el problema es más genérico, más profundo y mucho más serio. Necesitamos menos puestos de confianza, de acuerdo; pero sobre todo, necesitamos a los mejores en ellos, vengan de donde vengan.

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