Es tiempo de abdicar



No todos los días se presencia la abdicación de una reina. Ayer, Beatriz de Holanda, con 33 años de regencia a sus espaldas, decidió poner fecha de caducidad a su trono en favor de su hijo Guillermo y su esposa Máxima, que se convertirán en soberanos a partir del 30 de abril. La última abdicación en Europa, continente con una decena de familias reales reinantes, tuvo lugar en el año 2000 en Luxemburgo; por lo que la neerlandesa es la primera que tiene lugar en el siglo XXI, si bien es seguro que no será la última. De hecho, el panorama actual deja bien a las claras que la abdicación es la opción más coherente a la hora de acceder al trono en lugar de la que ha sido habitual en los últimos siglos: la muerte del reinante.

En el discurso de renuncia de la reina Beatriz, constaté una más que elogiable serenidad y meditación. Siempre he encontrado en la palabra ‘abdicación’ un tono que me recuerda a convulsión, a algo no previsto en el guión, a sacudida… La decisión de la soberana de la casa de Orange, borró esa imagen de revolución que en mi subconsciente tenía el hecho de renunciar a un trono, seguramente influenciado por los prejuicios de una Historia ya caduca.

Para reforzar esa idea, la reina saliente ha hecho coincidir el acto de coronación del nuevo rey con un día de fiesta para el país Orange: el conocido como Día de la Reina, donde se conmemora el nacimiento de Juliana, antecesora de la actual regente. Tradicionalmente, ese día Ámsterdam se llena se nacionales y foráneos vestidos de naranja en una de las escasas exaltaciones de masas que tienen por costumbre los habitantes de ese país. Por lo que el acontecimiento, lejos de parecer un trastorno, se enmarca en un acto de júbilo y alegría. Todo un acierto que los más duchos en comunicación corporativa y marketing para ellos quisieran.

Cuando se contrasta la edad a la que ha decidido decir basta la reina Beatriz con la de nuestro rey Juan Carlos, y se comprueba igualmente la edad con la que accederá al trono el futuro Guillermo IV de los Países Bajos, es inevitable mirar a nuestra propia casa. Don Juan Carlos es de la misma quinta que la que en unas semanas dejará de ser reina holandesa, y el príncipe Felipe cumple mañana los mismos años con los que Guillermo accederá en apenas tres meses a la corona. Unas similitudes demasiado profundas como para pasar por alto. A ello se suma que la soberana es una de las que goza de mayor índice de popularidad de todo el Viejo Continente; tasas que es probable que Juan Carlos I ya no conozca para sí mismo. Así pues, si con todo a su favor, y sin aparentes motivos de salud que hayan precipitado a la reina Beatriz tomar esa decisión, la regente ha decidido dar el relevo a una nueva generación… ¿Qué no debería hacer nuestro rey?

Sin duda, la decisión de la casa de Orange puede tener un efecto de imitación en otros palacios europeos. El acontecimiento no pasará desapercibido para ninguna Casa Real. Unas, como la británica, tienen más urgencia por aquello de la edad. La mejora en las condiciones de vida ha condenado a los herederos a tener que esperar paradójicamente a la jubilación para ejercer su cargo de rey, y con ello, obligar a los ciudadanos a tener un Jefe del Estado con permanentes achaques seniles. Hay otra opción, que es la de pasar la corona de abuelos a nietos en vez de padres a hijos. La sucesión natural por fallecimiento, tenía mayor sentido cuando los reyes no alcanzaban edades tan longevas como en la actualidad, pero hoy en día, la maniobra que ha iniciado la reina Beatriz promete ser la más sensata.
En la casa española, quizás no exista tal urgencia. Ahora mismo, los esfuerzos se concentran en mejorar la imagen de la institución después de los últimos perjuicios y una abdicación, pensarán, sería remover más unas aguas ya de por sí agitadas. Además, las nietas todavía son demasiado pequeñas, y siempre hay que tener en cuenta un eventual infortunio del príncipe. Quizás tengamos que esperar a una mayoría de edad de Leonor para que Juan Carlos decida ceder el paso a Felipe, si es que lo cree conveniente.

En mi opinión, no es descartable que veamos algo parecido aquí en los próximos años. Creo que, en momento adecuado, Juan Carlos puede estar abierto a esa posibilidad si no se ve con fuerzas para seguir ejerciendo sus tareas y sus viajes protocolarios (no así la reina, quien ya comentó a la periodista Pilar Urbano que el rey debe morir en su cama y en su cargo). ¿Puede haber algo más gratificante que ver en vida la coronación de tu propio hijo, al que has estado educando toda una vida para ese momento? No lo creo. Además, y ya retirado de la primera línea de la jefatura del Estado, el rey jubilado, valorando lo mejor y lo peor de su mandato, sus luces y sus sombras, puede ser la mejor escuela dedicada a su nieta. No creo que la monarquía sea la mejor forma de Gobierno, pero puestos a tenerla, mejor hacer las cosas acorde a los tiempos y a la lógica. Su supervivencia también depende de ello, y de hecho, algunas abdicaciones ya han salvado el negocio de la Corona en el pasado. 

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