¿Quién quiere a los viejos?

Durante mi etapa de educación primaria, leí un libro que llevaba el mismo título que el de este artículo. Debería decirlo al revés, pues me he inspirado en aquel libro, que sigue dejando un bonito recuerdo en mí tres lustros después de haber sido leído, para escribir las líneas de hoy. El encabezamiento me ha venido a la mente después de observar dos rocambolescas y casi surrealistas noticias en la prensa de ayer. Una procede de muy lejos. La otra, desgraciadamente, no nos debe hacer sentir ajenos.

Decía Patricia Flores, viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid estos días atrás a Diario Médico, que habría que revisar el sentido que tiene que un enfermo crónico viva gratis del sistema. Como se pueden imaginar, y como es lógico, todos los partidos de la oposición pidieron a Flores explicaciones por tan incendiarias palabras en cuanto llegaron a sus oídos. La representante del Gobierno autonómico, matizó. Vaya si lo hizo. Que donde dije ‘digo’ digo ‘Diego’ y que donde opinaba que los enfermos crónicos no deberían beneficiarse del Sistema Público de Salud, quería decir que estos pacientes, en realidad, tendrían que estar cuidados en residencias y no en hospitales de agudos. Una diferencia que no es tal, pues lo que deja entrever la viceconsejera es que los pacientes crónicos, en el fondo, son una molestia para el ajuste de las cuentas sanitarias en tiempos de recortes. Curiosas palabras en épocas en las que abunda tanta formalidad dialéctica y corrección política.

Esperemos que la falta de sensibilidad de la representante del gobierno madrileño no sea contagiosa. Si es así, no descartamos que pronto oigamos en nuestros parlamentos joyas como las que ha espetado, una vez más, el ministro japonés de finanzas, Taro Aso, quien ha dejado a Flores al nivel de una principiante asegurando, sin pelos en la lengua, que los ancianos “deben darse prisa por morir”. Declaraciones que no sorprenden teniendo en cuenta que cuando era primer ministro, Aso afirmó que no entendía por qué tenía que pagar él a personas que sólo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo por el país.  

Que existen algunas personas de avanzada edad que abusan del sistema, no es nada nuevo, aquí y en Japón. Bienvenidas sean todas las medidas para corregir esos excesos. Pero de ahí a escuchar declaraciones de este nivel, que sobrepasan la sensibilidad y el cuidado que debe guiar el comportamiento de cualquier representante público, creo que hay un límite que no debemos permitir que se sobrepase. Yo, mientras, prometo rescatar ese viejo libro de mis estanterías y recomendárselo a mi hermano pequeño. Las cosas bien escritas, nunca dejan de estar de actualidad.

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