Entierros 'low cost'

El concepto ‘low cost’ se ha instaurado con tal fuerza en nuestro país y en nuestro vocabulario habitual, que pronto la Real Academia tendrá que tomar cartas en el asunto. Suponemos, que siempre a favor del término castellanizado ‘bajo coste’, con el mismo efecto y significado que el primero. Pero con la máxima autoridad en esto de la Lengua, nunca se sabe…

La denominación de marras está especialmente asociada a los desplazamientos aéreos, pero se ha extendido a todos los aspectos de la vida en el que es necesario sacar el monedero. Bueno, de la vida y ahora también de la muerte. Sí, porque este fin de semana conocíamos que el Ayuntamiento de Valencia estaba por la labor de poner en marcha de forma inminente este tipo de entierros para todas aquellas personas que acreditasen una más que desesperada situación económica. Ya se sabe, otro negocio surgido a partir de la crisis; pero negocio al fin y al cabo, porque para aquellas personas “pobres de solemnidad”, el consistorio dice que seguirá siendo gratuito.

El trámite no estará ni mucho menos exento de papeleo, ya que los que pretendan beneficiarse de estos servicios, a los que se les ha puesto un precio de 500 euros (cuatro veces por debajo de su precio estándar), tendrán que acudir a la Agencia Tributaria. Allí, obtener un certificado que valide la carencia de rentas y bienes patrimoniales del fallecido, o en su defecto, un papel en el que conste que los ingresos de la familia son inferiores al salario mínimo interprofesional. Todo ello estando empadronado en la ciudad y cruzando los dedos para no encontrarse con aquello del ‘vuelva usted mañana’ en ventanilla. Porque en tales circunstancias, no es cuestión de hacer esperar al pobre difunto.

Valencia no es nueva en este tipo de experimentos. Hace algo más de dos años, una chica de sólo 19 años abrió en Mislata, una localidad del área metropolitana de la capital, una funeraria pensada especialmente para este tipo de casos. El primer trabajo de esta joven, que como ella mismo dice en un caso sin igual de humor negro, pasó literalmente de” jugar con muñecas para trabajar con ataúdes”, fue un éxito, y ya tiene un convenio de colaboración con el gobierno boliviano.

Al parecer, la capital del Turia es propicia para este tipo de iniciativas, ya que a diferencia de otras grandes urbes, (donde la captación de posibles clientes es mayor y los negocios familiares hace tiempo que bajaron la persiana) no se requiere la existencia de una gran flota de vehículos para ejecutar este servicio profesional, que por ejemplo en el caso de Madrid no se puede realizar si no se dispone de menos de diez coches fúnebres.

Falta que alguien nos explique que si a partir de los 500 euros, el entierro ya genera beneficios para la empresa que lo gestiona, por qué su coste se engorda en el mejor de los casos hasta cuatro veces más para el resto de los mortales (nunca mejor dicho). Ya se sabe que el morir también tiene unos costes, y no son precisamente escasos, pero se trata de hacer más llevado tan doloroso trance, también para el bolsillo. 

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